La verdad siempre fue la primera víctima de los conflictos bélicos.  Ahora también sabemos que el lenguaje es la víctima colateral de las  batallas políticas y financieras. El hombre que se jactó de llamar al «pan, pan y al vino, vino» es el mismo que utiliza la palabra ajuste para negar los recortes. El hombre que presumía de gobernar con sentido común es el mismo que esconde el término rescate y lo maquilla con el eufemismo de «ayuda financiera».  Resulta patéticamente pueril ver como Gobierno y adlateres se empeñan en esquivar una realidad de la que seguramente no son responsables al cien por cien. Recuerdan a ese conductor kamikace sorprendido porque todos los vehículos circulan en sentido contrario. Nadie fuera de España -ningún medio solvente, prestigioso y serio-,  habla de otra cosa que no sea del rescate. Desconozco por qué el Gobierno de Mariano Rajoy -el hombre del pan y el vino-, prefiere regatear la realidad y eludir la responsabilidad de decir la verdad a los ciudadanos.

España necesitaba un rescate que ha llegado seguramente por el bien de todos. Bastaba dar la cara y explicar a los españoles las ventajas de recibir ayuda. Duele comprobar cómo la clase política no termina de entender que la sociedad valora la valentía y castiga al cobarde. Entiende el arrojo y desprecia la miseria. El Gobierno ha desperdiciado una maravillosa ocasión para recuperar la credibilidad perdida en los escasos seis meses de gestión. Tenía una gran oportunidad porque la negociación para recibir el rescate ha sido buena. De Guindos y su equipo han salvado los muebles al lograr ayuda para los bancos y evitar la intervención total y dramática del Reino de España.

Por eso sorprende la mediocridad de quienes han decidido reducir a un debate semántico un gran problema. ¿Rescate o ayuda financiera? Para el Gobierno, ayuda. Para el resto del mundo rescate. Al hombre tan dado al refranero y a las frases hechas alguien debería recordarle que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Pronto se ha olvidado Rajoy de la razón por la que Zapatero comenzó a perder las elecciones. Entró en barrena cuando negó la crisis. Su sucesor empezó por negar los recortes y se empeña en negar el rescate.

Menos mal que dijo aquello de «gobernaré como Dios manda». En esas andamos, temerosos de que la Virgen del Rocío -tan admirada por nuestra ministra de trabajo-, no vuelva a echarnos un capote hasta dentro de un año. ¡Viva la Virgen del Rocío! gritó Fátima Báñez para agradecerle ¡la bajada de la prima de riesgo!  Con este panorama sólo se me ocurre subirme al carro e interpelar al Señor. «¿Dios mío, pero en qué manos estamos?