Estoy triste, deprimida, sin ganas… como dicen los ingleses, muy blue. Tengo una mala noticia que daros: han muerto los Letizios, ¡vivan los Letizios!. Todo ha sido muy rápido.
Estuve la semana pasada en Oviedo, en los Premios Príncipe de Asturias, y nada más llegar, el jueves, los príncipes tuvieron unas audiencias (que es recibir y charlar un rato con autoridades, asociaciones…) en el Hotel Reconquista. Cuando el ayudante de don Felipe entró en la sala y gritó: «Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias» casi me da un yuyu… ahhhh doña Letizia se ha bajado de las plataformas, lleva unos salón de pitón de Antonio López que tiene en su armario desde 2004.




Bueno, el pitón está de moda, me quedo tranquila pensando que ha sido solo un desliz en los pies de la Princesa. Siguiente acto, el concierto de clausura de la Semana de la Música de Oviedo. La esposa de don Felipe está espectacular con un esmoquín de microlentejuelas y pantalón de seda de Felipe Varela, el peinado, un moño, es perfecto. Este «Look» es ideal para terminarlo con unos buenos zapatones… pues no, otro salón, negro en ante, desconozco la marca, pero también del año en que dio el «sí, quiero».


Y ya el disgusto final fue al día siguiente, en la entrega de premios en el Teatro Campoamor, con el vestido color moca, inspirado en los años 50 que le ha hecho Varela, y del que el mismisimo Paris Match ha dicho que con él la Princesa estaba «perfecta» (y esto viniendo de Francia ya sabéis que mola más que si lo dicen los de aquí). De nuevo unos salones, de charol y en color nude… era la definitiva prueba de que los Letizios han pasado a mejor vida.





Me gustaban los Letizios, les había cogido cariño y eran una seña de identidad de nuestra heredera. La firma Magrit los hacía para ella encargados por Varela para poderlos combinar con la ropa que el madrileño le diseña. Además las plataformas enormes no eran sólo tendencia, ayudaban a doña Letizia a aguantar las muchas horas, entre saludos y visitas, que tiene que pasar de pie, ya que reducen el efecto del tacón. Además restaba un poco más la diferencia de altura con su marido, don Felipe, que es muy alto. Vamos que estoy de duelo, que quiero que vuelan los zapatones «reales» y que me queda la esperanza de que hayan ido al fondo del armario de Zarzuela, pero que pronto regresen pisando fuerte.