«Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos. Y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y  un pirata honrado. Todas estas cosas había una vez cuando yo soñaba un mundo al revés». Millones de españoles anhelaban -como en el poema de Goytisolo-, una España al revés cuando acudieron a votar el pasado 20 de noviembre. El sueño parece haberse frustrado demasiado pronto.La utopía de un país en manos de políticos responsables, honestos y sinceros comenzó a disolverse en vísperas de Navidad. El presidente anunció, de regalo envenenado de fin de año, una medida negada durante los largos meses de precampaña. «No subiremos los impuestos», decía. La mayoría entendió que Rajoy hacía de la necesidad virtud al adoptar una decisión necesaria e imprescindible para cuadrar las maltrechas cuentas heredadas del Ejecutivo socialista. Casi todo el mundo aceptó el engaño como un mal necesario a la vista de las exigencias europeas -más bien germanas-, para cumplir el objetivo de déficit. El gesto de los votantes se torció un poco más cuando llegaron la reforma laboral y las primeras noticias de los recortes en Sanidad y Educación y terminó por convertirse en una mueca de incredulidad a la vista de las últimas decisiones largamente negadas. El Gobierno también subirá el IVA y los impuestos especiales. Así de rimbombante y así de simple. Subirán gasolina, alcohol y tabaco pero también los alimentos. Han pasado 5 meses  -sólo 5 meses-, y nadie en su entorno parece tener arrestos para explicarle a Mariano Rajoy que hay algo mucho peor que un político ineficaz. Los votantes pueden y hasta suelen perdonar la irresponsabilidad en aras de un proyecto ideológico pero pocas veces son condescendientes con la mentira. Incumplir las promesas relativas a los impuestos, la Sanidad y la Educación es muy grave pero aún así no tanto como ultrajar la dignidad de las víctimas del terrorismo.

Permitir el acercamiento  de presos de ETA sin la premisa del perdón insulta a los demócratas, humilla la memoria de quienes han soportado décadas de terror y desprecia la convivencia. Los presos de ETA tienen derecho al reclamar su acercamiento a su tierra. El mismo que tienen las víctimas para exigir perdón y arrepentimiento. Ambos tienen sus razones pero un abismo les separa. El que distingue a los que apretaron el gatillo de quienes fueron obligados a poner la nuca. Los mismos que arremetían contra Zapatero por negociar con ETA son ahora los que ofrecen beneficios penitenciarios a terroristas que desconocen el significado de la palabra perdón. Vamos a contar mentiras. Y van demasiadas en tan poco tiempo.

 

«TITO», EL DEL DEDO EN EL OJO

No faltará quien acuse a Guardiola de cobardía al dejar el Barça en una semana donde ha cedido el trono europeo ante un mediocre equipo tras sucumbir ante el Madrid de Mou. No faltarán críticos, no. Pero serán minoría. Su adiós no es una buena noticia para los amantes del Deporte y el buen fútbol. Con Pep se va una filosofía de vida y de trabajo que premia el talento, engrandece el espectáculo y desprecia lo mezquino. Hay tipos que prefieren rodearse de mediocres para destacar en la nada y tipos que buscan la excelencia en sus colaboradores.

Entre unos y otros está la diferencia. Respira aliviado ese sector del madridismo que ve en el dedo de Mou el camino a seguir a la par que sufren los culés por la marcha del hombre que más gloria ha dado al Club en sus 113 años de historia.

Deja su monumental obra en manos de su segundo entrenador como señal evidente de coherencia y respeto por el trabajo bien hecho. Sólo el tiempo dirá si es una decisión acertada.

El tiempo dirá si el dedo de Mou sigue apuntando al ojo de Tito.