Tiene 80 años y una pesada carga en su conciencia. Sor María es una de las protagonistas de un caso que avergüenza a todo un país por su gravedad y por la cercanía temporal. Ella era la supuesta capataz de la trama de los bebés robados. La ejecutora de las decisiones que han marcado la vida de cientos de familias que perdieron a sus criaturas nada más nacer. La excusa más recurrente era que habían muerto en el parto aunque no faltaba la crueldad humillante a la hora de espetarle a una joven recién parida que le robaban a su hija por adúltera.

 

«Te quito a tu hija por puta» debió decirle llena de soberbia Sor María a Pilar. Y así ocurría una y otra vez. Con Pilar, con María, con Rosa, con Sagrario, con cientos de mujeres ultrajadas y humilladas en una España que estaba a punto de albergar un mundial de fútbol y que apuraba las negociaciones  para entrar en la Unión Europea. No hace tanto, ¿verdad?  El país que se asomaba a la  modernidad y que presumía de su incipiente Democracia escondía un episodio propio de las dictaduras militares más abyectas o de países bananeros y corruptos.

 

 

Sorprende tanto el caso de los bebés robados como que haya ocurrido hace apenas un puñado de años. Mientras España enseñaba al mundo lo que era capaz de hacer -Expo y Juegos Olímpicos-, en algunas maternidades secuestraban a bebés recién nacidos con total impunidad y con la bendición de una mal llamada sierva y servidora del Señor. ¿De qué señor? ¿Del que podía llegar a pagar por un hijo como quien se compra un coche o un apartamento en la playa?

Sor María pasará su particular penitencia este jueves. El día 12 irá  a los juzgados y se convertirá en la primera persona imputada en una investigación judicial que ha tardado décadas en llegar. «El Intruso» no espera gran cosa de esta mujer. Ni rastro de arrepentimiento, ni una sola pista para aliviar el sufrimiento de las familias. Dirá  que no lo recuerda, que no tiene nada que ver con los bebés robados y que si hubo algún caso sólo podía hacerse  con la autorización y visto bueno de las madres. Da igual. Nadie que haya perdido a esos niños , ni una sola persona que siga buscando para curar su memoria, la creerá. Ella comienza a sus 80 años un Vía Crucis que no va a devolver a los hijos robados pero que, al menos, recompensará a las víctimas. Esas familias podrán poner cara y ojos a las razones de años de desvelo. Y eso, aunque no lo parezca, es mucho.

 

LOS TIRANOS INSACIABLES

No nos creen los tiranos. No se fían de España y vuelven a apretar con una fuerza capaz de estrangular al más pintado. Los mercados se ensañan con un país incapaz de parar la sangría económico-financiera pese a los paquetes de medidas que resultan estériles. Nuestra prima más odiada, esa de la que no habíamos oído hablar hasta hace dos telediarios, vuelve a superar la miedosa barrera de los 400 puntos. Y lo hace con un Gobierno del PP. Hace meses, con el riesgo país por encima de los 500 puntos, nos quedaba el recurso facilón de echar la culpa a la inanición mental e irresponsabilidad de Zapatero. La mayoría pensaba que con el cambio de Gobierno y con unas medidas contundentes -reforma laboral, subida de impuestos, cambios en el sector bancario y recortes presupuestarios-, sería suficiente. Y resulta que no. Que no se fían.

 

Los mercados desconfían no de un Partido o un Gobierno concreto. Desconfían de un Estado  que esconde, en realidad, 17 países paralelos. Desconfían de un lugar donde las leyes no son iguales en todo el territorio. Donde unas Comunidades incumplen,  se rebelan y no pasa nada. No se fían de un país donde los más osados no hablan de evitar la intervención sino de planes para lograr la independencia con una irresponsabilidad solo al alcance de los más iluminados y demagogos. Desconfían de un país en quiebra técnica que presume con cierta arrogancia de tener la mejor Liga de fútbol del mundo, la mejor competición universal de fútbol sala, la mejor Liga de balonmano, la mejor competición de baloncesto al margen de la NBA. Un país donde se han celebrado hasta 4 grandes premios de motos y hasta dos de Fórmula 1. Desconfían de un país que gasta más de lo que tiene y donde crecen las voces corales que sostienen que eso es bueno y genera bienestar. Y después de todo esto ¿A alguien le sorprende que no se fíen?