Aún recuerdo aquel gigantesco Belén que colocaba mi padre en un tablero al que ponía musgo real, agua real, piedras reales y figuritas que casi parecían tener vida propia. Un año se atrevió a hacer las casitas con cajas de medicinas pintadas y sacó pecho ante nuestros ojos de asombro. Era otra época, los niños ni rechistábamos cuando papá decía ¡no se toca nada! y como mucho acercábamos un dedo cuando no había nadie delante. Todo ha cambiado. 


Hay todavía quien se atreve a colocar un gigantesco Belén en casa. Yo, lo reconozco, no soy muy belenera pero desde que descubrí el de los clicks de playmobil no lo cambio (parezco un anuncio de detergente).

 

Los «peques» lo pasan genial y los mayores no estamos todo el rato desgastándoles el nombre. Al fin y al cabo es para ellos, para que lo disfruten cambiando de sitio a los pastores, tumbando a los camellos o haciendo desfilar a los legionarios romanos. El año pasado Baltasar apareció un día tumbado en el pesebre. Pregunté y la respuesta fue que estaba cansado y el niño ya había dormido mucho. Es una opción, pero ya os aviso que se agotan pronto en las tiendas. Pensando también en los niños los artesanos de Rute, en Córdoba, hacen el único Belén con figuritas que los niños pueden tragarse sin peligro.

 



Para conseguirlo hacen falta 1450 kilos de chocolate, siete maestros pasteleros y tiempo, mucho tiempo… cuatro meses de trabajo para tenerlo terminado. 
Os propongo otro Belén dirigido a los niños. Está en Valladolid y en este caso no es comestible. Se trata de un simpático Belén de plastilina

Hay belenes hechos con huevos, con cartulina, con botones, con fichas de Lego… A los niños siempre les resulta divertido hacer manualidades así que echad un vistazo al link porque da muy buenas ideas. Y hay tradiciones muy entretenidas que yo ignoraba como la del belén montañero que suena muy divertido. Que lo paséis bien…