Por Alejandra Herranz

Cada mañana, a las cinco de la madrugada, me siento delante del ordenador dispuesta a repasar las imágenes que las agencias internacionales han enviado durante la noche y preparar así el programa del día. Y todos los días, a mi pesar, tengo que ver imágenes de lo que ocurre en Siria, Sudán, o Mali.

Imágenes de violencia, tiroteos, bombardeos, gente huyendo de ciudades en ruinas en camiones destartalados, madres con sus hijos muertos en brazos, familias escondidas entre los arbustos, bebés llorando por las heridas o por falta de alimentos. Es el drama que viven millones de personas en muchos lugares del mundo que piden, a gritos, ayuda. Y hoy me quiero acordar de los que les dan voz. Son los cámaras, los fotógrafos, los reporteros, los periodistas que se juegan la vida para contar la de los otros.

Marie Colvin y Rémi Ochlik lo hicieron y murieron en el intento. Entraron en Siria de forma clandestina, evitando la censura del gobierno, para dar voz a los que sufren. A los que luchan y mueren por pedir más libertad y justicia. A ellos les entrevistaron, les grabaron, les fotografiaron y permitieron que su mensaje se oyera más allá de las blindadas fronteras de su país. Lo mismo hacen otros periodistas en la frontera de Sudán dónde el ejército bombardea casi a diario los Montes Nuba y donde familias enteras buscan refugio en cuevas para no morir mientras van en busca de agua.

O en Somalia, donde millones de personas mueren de hambre mientras la violencia golpea el país y a todo el que intenta relatar lo que allí ocurre. Marie y Rémi han sido los últimos pero no los únicos.

Hoy me quiero acordar de mi querido Jose Couso, cuyo asesinato sigue sin recibir la merecida justicia, de Ricardo Ortega, de Julio Anguita Parrado, de Julio Fuentes y de tantos otros que, como ellos, creían que merecía la pena luchar por la dignidad y la verdad de su profesión. «Sin periodistas no hay periodismo. Sin periodismo no hay democracia». Es el lema elegido por la FAPE, para el Día internacional por la Libertad de Prensa.

Porque si nadie cuenta lo que está pasando ¿cómo nos enteraremos de lo que ocurre? ¿cómo lucharemos contra la injusticia? ¿cómo nos haremos mejores ciudadanos y mejores personas? Quiero pensar que mis hijos vivirán en un mundo más justo y menos cruel. Pero para eso es necesario saber, conocer, valorar y actuar. Eso es lo que hacen miles de periodistas en todo el mundo. Y su labor debe ser reconocida.