Aviso, este post produce efectos secundarios. Si cuando llevéis diez segundos leyendo no os habéis rascado es que no sois humanos. Vengo dispuesta a plantar batalla a uno de los enemigos más antiguos e inseparables del hombre…

Los científicos han encontrado piojos en momias de mil años de antigüedad en Perú, una señal de que acompañaron a los seres humanos en su primera migración fuera de África hace 100 mil años y que se distribuyeron con el hombre por todo el planeta. Con métodos más o menos sofisticados siempre se ha luchado contra ellos. En la época de los romanos y, más tarde, en la Edad Media la mejor solución eran los peines finos y el vinagre. Traían el tifus y grandes artistas como Murillo hacían «fotografías» al estilo del siglo XVI sobre la lucha cotidiana contra los piojos.

Y ¡lo que son las cosas! a estos bichejos deberían estarles agradecidos los millones de fans de «El señor de los anillos». En la Primera Guerra Mundial un joven oficial de los Fusileros de Lancashire, recién casado, regresó a casa con la «fiebre de las trincheras» y durante la convalecencia su mente se escapó a la Tierra Media y se entregó a la literatura hasta crear una de las trilogías más famosas de todos los tiempos… Era el subteniente John R.R. Tolkien y el culpable de su enfermedad, el piojo humano.

¡Venga, reconoced que ya notáis un ligero cosquilleo en el cuero cabelludo! ¿a qué sí? Es uno de los signos de los que hay que estar pendientes cuando tenemos niños pequeños. Los colegios recuerdan en estas fechas las instrucciones para actuar si encontramos uno de esos bichitos, también las comunidades autónomas y otros organismos.

Entre el 4 y el 15% de los niños en edad escolar sufren al año la visita de estos vecinos no deseados. Afortunadamente ya no hay que cortar trenzas o rapar al cero porque hay productos muy eficaces para hacerlos desaparecer.

Os dejo con Los piojos más roqueros, ellos no pican…