Enfrente de mi casa hay un colegio con excelentes instalaciones y buenos resultados académicos al que no voy a llevar a mis hijos. No quiero que vayan a un colegio que basa su proyecto en la educación diferenciada. Si alguno no sabe lo que es bienvenido a la polémica sobre la separación de los niños por sexos.
Polémica porque tiene encendidos detractores y también convencidos defensores. Estos últimos enarbolan informes que, al parecer, demuestran que tener separados a niños y niñas mejora su rendimiento académico. No dudo de que los centros que lo aplican sean estupendos pero lo cierto es que viendo, por ejemplo, los resultados de los exámenes de sexto de primaria que hace la Comunidad de Madrid no hay una abrumadora mayoría en los primeros puestos. Los buenos colegios están los primeros tengan o no juntos a sus alumnos.
En mi humilde opinión no puede ser bueno hacer que los niños vivan en mundo artificial en el que se ve al otro sexo como algo extraño. Pero el asunto es mucho más profundo y nos lleva al fracaso de una certeza que ha sido dogma y que algunos ponen en duda: que la igualdad se logre educando a los niños y niñas como iguales. A eso hay que añadir otro asunto, el de la financiación. ¿Tienen que recibir dinero público o deberían ser proyectos privados que paguen los padres que deseen ese tipo de educación?
Hace unas semana el Tribunal Supremo daba su opinión: No pueden recibir fondos públicos porque el artículo 84 de la Ley Orgánica de Educación de 2006 sobre admisión de alumnos permite concertar colegios mixtos, pero no los solamente masculinos o los solamente femeninos. Textualmente dice: «Las administraciones educativas regularán la admisión de alumnos en centros públicos, privados y concertados de tal forma que se garantice el derecho a la educación, el acceso en condiciones de igualdad y la libertad de elección de padres y tutores (…)», reza este artículo, en cuyo apartado tercero precisa que «en ningún caso habrá discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social»
Por lo tanto el Supremo ordena deshacer el concierto a dos centros, Elchato de Brenes en Sevilla y el Torrevelo de Cantabria. Ambos anunciaban inmediatamente recurso al Tribunal Constitucional. Tienen el apoyo de la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE), la mayor organización empresarial del sector educativo privado y concertado en España. Su presidente, Antonio Rodríguez-Campra, declaraba a ABC que «aunque en la sentencia no se hable de segregación, me fastidia mucho que otros empleen este término. No se segrega nada, en las olimpiadas hay pruebas de hombres y de mujeres, y no se segrega nada; si los colegios diferenciados por sexo segregaran, habría que cerrarlos, porque segregar es un delito. La educación diferenciada es una opción pedagógica respetada en todo el mundo como otra cualquiera, tan legítima como otra».
Los defensores de la educación diferenciada prefieren apelar a la Convención de la UNESCO de 1960 sobre la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza, y refrendada por la ONU en 1999: «No serán considerados como constitutivos de discriminación: la creación o el mantenimiento de sistemas de enseñanza separados para los alumnos de sexo masculino y para los de sexo femenino, siempre que ofrezcan facilidades en el acceso a la enseñanza».
En España hay unos 90 colegios diferenciados concertados, y otros 90 diferenciados totalmente privados.
He leído otras opiniones como la del filosófo Fernando Savater que considera a la enseñanza segregada por sexos un «disparate» y califica como una «sabia medida» que no se financie con dinero público. Savater cree que, dado que en la sociedad mujeres y hombres viven «todos juntos», la educación, que, a su juicio, debe de ser un «microcosmos» de ella, también tiene que ser conjunta.
Así, y en contradicción con los que apuestan por la educación segregada por sexos, Savater se ha mostrado en contra de tener divididos en los colegios a chicos y chicas pues –ha dicho– «tratarles por separado ya no es tratarles como iguales» ni hacerlo «bien».
Cada quien que saque sus conclusiones.
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