Siempre que pienso en Kate o Catalina me viene a la cabeza porcelana con perritos pintados, tazas de té, pastas de mantequilla, puding de higos y muchos lazos… debe ser que Inglaterra y monarquía unidos, me llevan a estos cursis pensamientos. Sin embargo la esperanza de la corona británica poco tiene que ver con estas cosas, la joven esposa de Guillermo de Inglaterra es sencilla a la hora de vestir, discreta a la hora de peinarse y alguna que otra vez, hasta aburrida en su estilo.



Primero tengo que decir que Catalina de Cambrige se encuentra ahora mismo viviendo el periódo de adaptación de plebeya a Princesa. A doña Letizia le pasó algo parecido, sino lo mismo. Son estos primeros meses de matrimonio «real» en los que intenta estar a la altura de lo que todos esperan (algo imposible), en los que los kilos de peso vuelan y te quedas en los huesos, y en los que das bandazos en tu estilo buscando lo que de verdad te queda bien.



Lo segundo que tengo que decir es que Kate (la prefiero seguir llamando por su nombre de soltera) tiene una sombra muy alargada que la perseguirá toda su vida, la de su difunta suegra, Diana Spencer. Entiendo que la vida y tragedia de Lady Di fueron muy fuertes y la han elevado casi a figura de mito, pero para mi, la Princesa Diana de estilo andaba corta. Pero vamos, para muchos era el glamour en persona y su nuera tiene ese listón dándole en la cabeza todo el día. Pues me quedo con el estilo del presente.

Sin duda la duquesa de Cambrige tiene la misma influencia que nuestra Princesa de Asturias (por mucho que les pese a algunos) en su país. Esto quedó demostrado cuando lució un vestido de Top-Shop, cuando todavía era novia del Príncipe, y que al día siguiente se agotó en todas las tiendas de Gran Bretaña.



Las claves de su estilo están basadas en unas cuantas prendas claves en su armario: chaquetas entalladas, de hombros marcados, abrigos tres cuartos, pantalones estrechos oscuros y blusas en tonos blanco o pastel de corte romántico. No renuncia a la minifalda aunque es más habitual verla con faldas por encima de la rodilla.

Si hay un diseño o prenda que le gusta, no tiene ningún reparo en repetir modelo y demostrar que se puede lucir una misma cosa de dos maneras muy distintas.


A Kate le encantan los tocados, es raro verla en una boda sin lucir uno en su cabeza. Suelen ser de Philip Tracy y bastante minimalistas. 



Lo que no luce mucho (y podría pedirle muchas a la Reina de Inglaterra) son las joyas. Normalmente sólo lleva el anillo de casada y el de pedida que perteneció a Diana.

Sus marcas habituales suelen ser británicas, sobre todo Alexander McQueen, al que confía (a la marca no al fundador que murió el año pasado) sus momentos más estelares. Como para su traje de novia, que a mi personalmente no me gustó (demasiado encaje que me recuerda a la porcelana, el té y esas cosas…) pero que fue muy vitoreado.



Sin embargo, desde hace poco se ha unido a la fiebre Made in Spain y hace nada lució en un acto en Londres un vestido de Zara, por 49,90 euros, y se ha aficionado a Mascaró, y ha comenzado a calzar zapatos de esta firma menorquina, de la cuál sabéis que soy su fan number one.



A Kate le queda mucho por recorrer, muchos vestidos que lucir, zapatos que calzar, bolsos que llevar… pero espero que no se deje influir, que el pasado se quede dónde está y que ella sea de verdad, un ícono de estilo.