libroUn verano sin libros es como un jardín sin flores. Bueno, en realidad, una vida sin libros, es como un banquete sin vino. Y la novela negra es, a mi juicio, una de esas flores que con el buen tiempo y el ocio infinito que proporcionan las vacaciones (si uno las tiene) huele mejor, incluso aunque su aroma natural sea el de la sangre.
Un amigo guionista (que ve historias en cualquier situación por surrealista que sea y sobre cualquier título por malo que parezca) me recomendó hace unos meses «Vestido de novia» del escritor francés Pierre Lemaitre, un auténtico thriller; quiero decir, de los que da miedo y te hace mirar debajo de la cama antes de irte a dormir. Y es bueno, muy bueno, un gran guión que, de hecho, ya están preparando para el cine en el país vecino, donde una película la ven una media de 2 millones de paisanos. (Qué suerte, la verdad).pierre
Y ahora, Alfaguara, editora de este autor, ha publicado «Irène», una novela anterior a la citada que hacía prever que en Lemaitre había un verdadero genio de la novela negra, no al estilo sueco, sino al modo francés (sin engaños y con una fabulosa estructura narrativa).
«Irène» es distinta porque su protagonista mide 1,45 nada más y debe mirar a todos, buenos y malos, por encima de su hombro. No es un ser solitario ni muy atormentado. Apasionado del arte. Y está enamorado de una mujer normal. Me gusta mucho este libro porque hay otros libros dentro de él, porque su ritmo es frenético pero coherente y porque, perdonen la osadía, el final no es feliz. Es brutal (ojo al que sea sensible a las escenas bien descritas), inesperado y sobrecoge el aliento. Y está estupendamente bien escrito. Yo lo recomiendo vivamente, aunque, como suelo decir siempre, lean lo que les apetezca más. Y si es novela negra, sufran con alegría. Es verano.