Todos los padres quieren ver a sus hijos sonreir. Pero hay veces que la Naturaleza lo complica todo. Los niños que nacen con problemas como el autismo, la hiperactividad grave o una microcefalia se enfrentan a una carrera de obstáculos en la que el esfuerzo puede tener recompensa, sobre todo si lo hacen a lomos de un caballo. Hoy os voy a hablar de la “Equinoterapia”.

 

Es la Historia de Diego al que sus padres ven por fin disfrutar a lomos de un poni, o de Jaime de tres años que nació con su hermana gemela a los cinco meses y medio de embarazo y sufrió una hemorragia cerebral a las 72 horas de vida. 

 

 

Sus cuerpecitos y sus rostros cambian cuando se abrazan a uno de los caballos del Centro Ecuestre La Granja en Valladolid. Allí se han especializado en este tipo de terapias y saben que cada niño y sus familias son casos diferentes que requieren una atención distinta.

 

 

 

Evidentemente no hacen milagros pero sí ayudan a mejorar la calidad de vida de muchas personas. Los terapeutas cuentan lo beneficioso que resulta sentir la temperatura corporal del animal. El calor  pasa al cinturón pélvico y a las piernas del paciente y favorecen la circulación, la distensión muscular y la relajación. El impuslo rítmico de los ponis se transmite por la columna vertebral hasta el cerebro provocando la activación neuronal.  Además montar a caballo favorece el equilibrio.

 

El tratamiento está especialmente recomendado para personas con daño cerebral adquirido, traumatismo cráneo encefálico, hemiplejia, parálisis cerebral, distrofia muscular, esclerosis múltiple, politraumatismo, retraso psicomotor, lesiones medulares e hipotonia. También es muy beneficiosa para niños con síndrome de down, autismo, microcefalias, anorexia o hiperactividad.

 

 

Hay varios centros repartidos por toda la geografía española. Como este, de la Fundación Santa María Polo en Cádiz.