La definición de año horrible comienza a quedarse pequeña para plasmar las vicisitudes de una Casa Real que pide a gritos cambiar el apelativo por el de década horrible. No es bueno que la Corona se enfangue salpicada por delitos de cuello blanco y comportamientos irresponsables.

Sería molesto para España en cualquier otro momento y una pésima noticia en una situación de crisis e inestabilidad como la actual. La irresponsabilidad de los yernos no ayuda, -uno imputado y el otro camino del «cuartelillo» por el accidente de escopeta de Froilán-, pero tampoco contribuye el Rey con determinados comportamientos. Romperse la cadera es cuestión de mala suerte. Romperse la cadera cazando elefantes en África supone algo más que hablar de un gafe. Es fomentar las habladurías y chascarrillos de quienes no entienden que la Corona apenas sufra recortes en los Presupuestos y mucho menos que el Rey se vaya de caza mayor mientras España bordea la intervención y su nieto se recupera en el hospital de un disparo en el pie. Que las críticas son demagogas es casi tan evidente como que resultan razonables y hasta comprensibles.

Froilán se pegó un tiro accidental en el pie y a su abuelo le ha salido el tiro por la culata. Al Rey sólo le faltaba montar un escándalo que amenaza con llegar al Parlamento  el día de la República. Y lo hizo. Se rompió la cadera, al menos nos lo contaron, el 14 de abril. Lo dicho, el tiro por la culata.

 

UN BOXEADOR SONADO

 

 

Malo sería para España que Rajoy hiciera bueno a Zapatero. Lleva poco más de 100 días en el poder, goza de una holgada mayoría absoluta y , sin embargo, da muestras de un desconcierto francamente preocupante. Ver al presidente del Gobierno como un boxeador sonado y balbuceando excusas para no afrontar a la prensa es impropio de quien tiene la responsabilidad de gestionar la peor crisis de España en décadas.

Puede que no sea su culpa, es evidente que no lo es, pero los ciudadanos no eligieron a Rajoy para hacer bueno a su antecesor. El veredicto de las urnas buscaba un gobernante serio, honesto, valiente y sincero. Alguien que dijera la verdad y que no se viniera abajo a las primeras de cambio. Más que doloroso, resulta preocupante ver a un presidente deambular como alma en pena por los pasillos del Senado y ser incapaz de articular palabra ante los periodistas. Le pudo el miedo escénico. Es verdad que no era un buen día pero dar la cara va en el sueldo. No lo era porque los mercados apretaban y los líderes europeos apuntaban a España .Y precisamente por eso Mariano Rajoy debía pararse ante la prensa a mandar y templar. Todo menos dar la «espantá» y buscar la salida de emergencia por la puerta del garaje. El gallego debe tener el suficiente cuajo como para saber que cada vez que Sarkozy arremete contra España busca, en realidad, un puñado de votos para conservar habitación en el Elíseo. Debe saber también que cuando el primer ministro italiano nos saca los colores intenta, en realidad, echar balones fuera y justificar las miserias de su país.

Algo parecido hace la presidenta más populista e irresponsable de la historia de Argentina. La viuda de Kirchner amenaza con expropiar y nacionalizar «YPF «por algo más que una razón económica. Intenta maquillar y desviar la atención de una crisis galopante que conduce a la ruina y a un segundo corralito a su país. Ella es mediocre y soberbia pero esa no es razón suficiente para despreciar su amenaza. Si Argentina se queda con YPF el daño a Repsol, las empresas españolas y España será muy importante. Bien lo sabe el Gobierno que reaccionó con celeridad al advertir de las posibles consecuencias y al pedir ayuda al comunitario primo de «zumosol». Madrid intenta evitar el varapalo en la misma medida que los medios y políticos sensatos argentinos deberían evitar una tropelía que dejaría malheridos los intereses españoles y agonizantes los argentinos. Si Cristina de Kirchner quiere darse un tiro en la rodilla tiene derecho y puede hacerlo aunque nadie con dos dedos de frente lo bendeciría más allá de las «barras bravas» del patriotismo argentino más básico. Los mismos que aplaudieron a la junta militar golpista cuando llevó al país a una guerra inútil y absurda por las Malvinas.

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