Siempre me imagino la misma escena: Doña Letizia (cuando todavía no era S.A.R), la Reina (ella siempre ha sido S.M) y la Infanta Elena (duquesa de Lugo pase lo que pase) compartiendo un té o un café en la salón del Pabellón del Príncipe.

Estamos a comienzos de la primavera de 2004 y la futura Princesa de Asturias escucha y toma nota de todos los consejos que la que será su suegra y cuñada, le están dando para «sobrevivir» en Zarzuela.
Llega el momento del vestuario.Doña Sofía le coge la mano a la periodista y mirándole a los ojos le dice: «Para vestir, debes elegir un modisto de cabecera, confiar en él, que te tome las medidas, conozca tus gustos y así puedes fiarte de él sin tener que ir a probar una y otra vez».
Letizia Ortiz asiente.
La hermana mayor de don Felipe le coge la otra mano y continúa: «cerca de mi casa hay un diseñador, tiene un pequeño taller y creo que sería perfecto para ti, se llama Felipe Varela» (en aquella época, la Infanta era todavía Señora de Marichalar y vivía en la calle Ortega y Gasset de Madrid).
La prometida del Príncipe vuelve a asentir.





Ya por la noche, conociendo la curiosidad de doña Letizia, la Princesa seguramente entró en Internet y buscó al desconocido diseñador.
Google le escupió algunos datos: es madrileño (perfecto, es español), estudió diseño y patronaje en París, en el Colegio Esmod, tras lo que trabajó para firmas tan prestigiosas como Kenzo, Dior, Mugler, Lanvin, Tarlazzi y Torrente (suena de maravilla).





En enero de 1994 llega a Madrid para abrir su propia firma y dos años después realiza su primera presentación en la Pasarela Cibeles. Su primera tienda madrileña abre las puertas en 1998, en la calle José Ortega y Gasset, 30. En 2000 ya tiene diez corners Felipe Varela en El Corte Inglés. (no le encontró ni una sola pega).





Con todos estos datos a la Princesa le pareció perfecto, pero primero mandó a su abuela Enriqueta, a su madre Paloma y a sus dos hermanas, Erika y Telma, al taller de Varela como conejillos de Indias, para encargarle sus trajes para la boda real. ¿El resultado? bueno, discreto, nadie las crítico, «me lo quedo» debió de pensar la ya Princesa.


Gracias a aquel té, en 2010 la pequeña tienda de Varela se amplió con dos locales más y sus modelos son copiados en todos los mercadillos de España.


Sus virtudes, el patronaje, que roza la perfección; sus defectos: la manía de la monocromía y resaltar la delgadez de doña Letizia, por si sola destacable.






El otro Felipe de la Princesa se casó hace unos meses con su novio, y ella no acudió a la boda, no por falta de confianza (son ya más que amigos, hace una semana cenaban juntos en «La Negra Tomasa») sino porque la suya es una relación basada en la discreción.

Si otros diseñadores se hubieran tomado con tanto secreto los encargos de Zarzuela, seguirían cosiendo para la esposa del Príncipe, pero si tu lengua va más rápido que tu aguja, te quedas sin el mejor escaparate del mundo: que Su Alteza Real la Princesa de Asturias luzca uno de tus vestidos en la próxima boda real europea.





Esto es algo que Varela lleva a rajatabla, nada de declaraciones, nada de entrevistas, todo lo que rodea su atelier, es como sus diseños…DISCRETOS.