Yo no sé vosotros, pero cuando yo era pequeña nadie -que no fuera rico- compraba disfraces. Les tocaba a las madres o a las abuelas echar imaginación al asunto y recortar, pintar, coser y pegar. En estos últimos años a.C. (léase: antes de la crisis) los niños se transformaban en héroes o princesas a golpe de tarjeta de crédito. Eso se acabó… de momento.

Recuerdo mi mejor disfraz a los 7 años. Mi madre sacó sus pinturas, el cepillo, las horquillas, buscó en los armarios y en unos minutos era mi adorada Maya de «Espacio: 1999″. Llegué al «cole» entusiasmada. Seguro que si no nos hubiera costado hacerlo no lo recordaría con tanto cariño…



Vamos con algunas ideas para el carnaval. Qué os parece vestir al «peque» de Pedro Picapiedra a base de económicas bolsas de basura… Ahí va el patrón y en el link están las explicaciones…

Con unos globos blancos cualquier niño puede irse limpito y enjabonado a la fiesta sin coger frío. Un gorro de ducha, una esponja en la mano y más barato imposible…


Y qué tal de bolsa de gominolas. Vale un plástico de los que nos dan en las tintorerías, globos de colores y un folio. En el link explican cómo montarlo.


Y para los más mayorcitos, los que no se conforman con la bolsa de basura, un disfraz 2.0… Allá vamos, el reto es transformar a un niño en un ipod: bastan dos trozos de cartón y círculos grises y blancos de papel para simular el panel de control. Hay que unir las partes superiores de los cartones con cintas y también las de abajo. Con unos auriculares grandotes todo listo.




Espero vuestras ideas, a veces lo más simple resulta lo más divertido…