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Por Lourdes Maldonado.

Sonó el timbre, abrí la puerta y él ya no era él. Entró por su propio pie, cuando salió ya lo hizo en silla de ruedas. «Papa, ¿qué pasa?. Ese «estoy raro, hija» me mosqueó más que el simple «no me encuentro bien». Se tocaba la mano contínuamente, sentía un hormigueo, la cara se le empezó a descolgar  y no recordaba la edad que tenía. Era un un ictus de libro con todos los supuestos que en los hospitales recuerdan en cada esquina. 
Unos síntomas graves ante los que hay llamar con urgencia al 112. Eso hice. A partir de ahí todo se precipitó. Sientes un nudo y miedo, pero no es momento de tristezas ni de lamentaciones. No hay tiempo que perder.  Las lágrimas llegan después.  En apenas una hora le habían aplicado el «código ictus»  en el hospital Ramón y Cajal. Por la rapidez con la que se actuó pudo no haber secuelas, pero no fue el caso. Empezamos a ser conscientes de que la vida de mi padre y la nuestra iba a cambiar.
En la unidad de ictus ya no se le entendía al hablar, no tenía sensibilidad en el brazo ni en la pierna derecha. Mantenía intacta la fuerza pero había perdido toda coordinación
Eso ocurrió el 11 de mayo de 2013. Mi padre a sus 77 años era un hombre muy activo, pero ese día dejó de poder serlo. Lo más duro de esta enfermedad es que no avisa, pasas de poder hacer todo a no poder hacer nada en lo que dura un paseo como el que se dio esa mañana. Pasas de ser independiente a ser dependiente, de ser el «jefe» de la casa a ser vulnerable, y yo pasé de ser su niña pequeña a sentirme su madre. Mi sensación fue de hacerme muy adulta en lo que dura un paseo.

CARTEL ICTUS

Pero con motivo del día mundial del ictus quiero recrearme en lo positivo, en lo esperanzador, en la enseñanza vital de esta enfermedad, en la excelente sanidad pública que tenemos…Aunque en ese momento cuesta creerlo, con rehabilitación diaria y una paciencia infinita se puede recuperar mucha calidad de vida. Yo le preguntaba al doctor Masjuán que tanto nos ayudó a nivel médico y humano en esos días de tantas dudas y miedos: «Volverá a andar mi padre» él me dijo que quizás en tres meses. A eso nos agarramos. Acertó. Pepe lo cuenta así…



Al poco de pasar todo esto, me encontré en los pasillos de la tele con la actriz Silvia Abascal que superó con 29 años un ictus y que venía a presentar su libro «Todo un viaje» sobre su experiencia. Lo leí. Una lectura muy recomencable,  un canto al optimismo, a la perseverancia, un catálogo de superación ante el ictus que se puede aplicar a cualquier enfermedad.

Y después de esta oscuridad, llegan buenas noticias: A mi padre le han dicho que va a recuperar el 95 por ciento.
Su enfermedad nos ha vapuleado a todos. También ha sacado de nosotros lo mejor hacia él.
Ese 11 de mayo mi padre estaba en Madrid para ver un partido de Rafa Nadal.  Qué buena metáfora. Nadal es un buen ejemplo de no dar un punto por perdido , de no rendirse nunca. Ojalá estas líneas sirvieran para animar a quien pueda estar atravesando ahora mismo ese túnel de desconcierto y miedo que en un segundo paraliza todo. Hay vida, mucha vida después del ictus. Puede pasarle a cualquiera, de hecho a mi madre le ocurrió algo parecido solo 2 meses después y ha tenido el ejemplo de mi padre. Mucha suerte.

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