Cuidado con las cucharas que las carga el diablo. En manos de un «pequeñajo» pueden convertirse en un instrumento incontrolable. Mi hija tiene menos de dos años y la maneja con más rapidez que John Wayne la pistola. Es imposible parar el disparo, el puré siempre alcanza el objetivo. Pero otras veces el problema es justo el contrario, que los niños no quieren esforzarse y prefieren que sus padres hagan todo el «trabajo».

Basta asomarse a cualquier foro de padres para ver mensajes como éste: «Mi hijo tiene 3 años y medio, y su alimentación se basa en un bibi por el desayuno, y pure pero de estos de nestle y solo arroz y pollo al mediodia y otro puré por a noche y después su bibi.
Y se lo tengo que dar yo, porque sino con una cucharada se llena, Es horrible, y el pediatra lo unico que me dice es que insista y tal, pero que a mi hijo no le gusta comer,n le gusta el pescado,ni sopa,ni macarrones,ni garbanzos,ni lentejas,ni fruta nada de nada. Ah y para darle de comer me tengo que poner en el fregadero a jugar con el agua..en fin…»

Está claro que a veces somos los adultos los que lo complicamos todo o los que estamos despistados. La Naturaleza siempre va a seguir su curso y evidentemente todos los niños aprenden a comer solos. Como en todo hay teorías. Os dejo las de dos de los pediatras más conocidos, que ya discreparon en la forma de «enseñar» a dormir a los bebés. Son los consejos para que los niños coman sin la ayuda de los padres del Doctor Estivill y del Doctor Carlos González.

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Y por cierto hay en el mercado cucharas que nos lo ponen más fácil. Su diseño permite aumentar las posibilidades de que la «mercancia» llegue a la boca. Muchas marcas tienen cubiertos especiales, hay novedades como la de la marca Suavinex que ha sacado a la venta por 4,5 euros sus cucharas de silicona de punta flexible. En su fabricación no se ha utilizado Bisphenol A y se puede meter tranquilamente en el microondas.

 

Ánimo y sobre todo pensad que no importa que lo manchen todo. Y cuando digo todo no exagero. Me voy a darle la cena a Martina que, para colmo, ha decidido que odia los baberos y que se los ponga su madre, que soy yo. A ver cómo acabamos…