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Debe ser fácil recetar un ajuste salarial del 10 por ciento cuando se ganan 23.000 euros limpios de polvo, paja e impuestos al mes. Fácil, muy fácil, señor Rehn. Hay quien dice que la propuesta del comisario europeo para generar empleo y reactivar el consumo es inteligente, coherente y razonable. Otros apuntan a que es errónea, demagógica y desproporcionada. Y entre unos y otros se mueve una inmensa mayoría que se siente insultada, humillada y vejada por las propuestas de quienes viajan en A-6 vuelan en business, se alojan en hoteles de cinco estrellas y pagan facturas de 200 euros por cenar en los mejores restaurantes de Europa. Es una nueva clase funcionarial que encuentra la solución a los problemas de la Europa decadente con propuestas destinadas a convertir en pobres a quienes se agarran desesperadamente a su etiqueta de clase media.

Es muy difícil construir y creer en una Europa justa, solidaria y equitativa cuando se deja en manos de quienes se alejan de los problemas de la gente y se acercan a los razonamientos de un Fondo Monetario Internacional que apesta a corrupción. Fue el FMI quien abrió el debate de la necesidad de bajar los exiguos sueldos españoles para combatir el gravísimo problema del desempleo.

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El mismo FMI que ahora está en manos de una mujer imputada por corrupción en Francia y que estuvo a las órdenes de un hombre condenado por agresión sexual. El mismo que gestionó un tal Rodrigo Rato imputado por la demencial gestión de Bankia que provocó buena parte de los problemas financieros de este país. Quizás, sin la catástrofe bancaria de la que esa entidad tuvo buena parte de la culpa no sería necesario plantear una bajada de salarios en nuestro país. Pero es algo que los Lagarde, Strauss Khan, Rato y compañía no parecen enterarse…

 

SE ACABÓ EL RECREO

 

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Los fuegos de artificio del endémico conflicto de Gibraltar han servido para dar un respiro de un puñado de días al presidente del Gobierno. Se acabó el recreo proclamó el ministro de Exterior con una frase pronunciada para convertir en noticia de portada un episodio que tiene más de serpiente de verano que de problema serio. Había que desviar la atención del «caso Bárcenas» y la táctica resultó durante algunos días de sequía informativa. Pero el recreo también se acabó para un Mariano Rajoy indigestado, entre Doñana y Galicia, por la publicación de la nómina de su extesorero.

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Un simple papel que cuestiona la veracidad de la comparecencia parlamentaria de un presidente del Gobierno que gana tiempo al tiempo hasta la derrota final. Comienza a ser insostenible la posición de alguien acosado y acorralado por la verdad y la mentira. La verdad de los documentos  y papeles y la mentira de quienes defienden lo realmente indefendible confiados en que el caso no tenga recorrido jurídico alguno. Otra cosa es la deriva política de un asunto que amenaza seriamente la continuidad del presidente del Gobierno y que le liquida como candidato electoral de su partido en las elecciones de 2015. Rajoy deshoja la margarita y espera angustiado una nueva semana de revelaciones y declaraciones en el caso Bárcenas. Arenas y Cospedal desfilarán ante el juez para defender la legalidad de las cuentas del PP y la honradez de sus dirigentes. No son ellos quienes desvelan a un presidente más pendiente del contraataque de Bárcenas, -llegará y será contundente-, y de la posible venganza del denostado Francisco Álvarez Cascos. El que fue general secretario del PP sabe y mucho de lo que pasó en el PP. Queda la duda de si lo contará o no.