Mmmm…he estado pensando si dedicarle este post y sí,  al final voy a «entrar al barro». Como mujer, me concierne, como periodista y observadora, también.  Todo empezó por una frase, desafortunada, seguro, y quizá sin toda la intención. Pero estamos en campaña y ya se sabe. Eres esclava de tus palabras y dueña de tus silencios. Y eso le pasó a una analista demócrata en un programa de la CNN…

Hillary Rosen dijo de  la mujer de Romney – prácticamente el candidato republicano a las elecciones- que:» no ha trabajado ni un día en su vida.» Y  para qué quieres más. La aludida no tardó en abrir un cuenta en twitter y su primer mensaje  fue: «elegí quedarme en casa y cuidar a mis cinco hijos. Creedme, no ha sido fácil».  Es Ann Romney, 62 años, madre convencida,  activa e incansable apoyo del aspirante republicano, sufre esclerósis múltiple y ha superado un cáncer de mama. Quizá por todo eso, su marido la cita continuamente en sus discursos como referente para las mujeres.

Los asesores de la Casa Blanca se han desmarcado rápido de la frase de la analista demócrata y hasta le han pedido que se disculpe. La primera dama ha enviado un twitter diciendo que «cada madre trabaja mucho y todas las mujeres merecen respeto» y hasta el mismo Obama ha dicho que no hay trabajo más duro que el de una madre.

La cosa no hubiera pasado de un comentario poco acertado si no estuviera en juego, entre otras cosas, el voto femenino. Si las encuestas no arrojaran que Obama saca casi 20 puntos de ventaja en el apoyo femenino, si no estuvieramos hablando de la sempiterna y nunca resuelta «conciliación» entre ser madre y trabajadora y de que, estamos en campaña y las mujeres acuden a las urnas más que los hombres. Por no hablar de lo que periodistas y políticos enloquecemos cuando hacemos de una frase un mundo.

La mujer de Romney ha aclarado que su carrera fue ser madre, que otras mujeres eligen otras opciones y hay que respetar a todas.  Rosen apostilla que Ann Romney no se ha enfrentado a los problemas económicos de la mayoría de las mujeres para cuadrar las cuentas y el dinero llegue para todo y que  la mayoría, también, tiene que trabajar fuera y dentro de casa. Lo hacen más del 70 por ciento de las madres americanas.

Al final,  han hecho las paces. Rosen se ha disculpado por sus palabras «mal elegidas» pero también ha pedido que Romney no diga de su esposa  que es una experta en mujeres y economía. Reclama acabar con esta «guerra» y hablar de lo que importa. Reconoce, como madre que también es, que criar hijos es el trabajo más duro que hay.

 Lo corroboro. Ser madre es  para toda la vida, un «trabajo» para el que nadie te prepara ni te paga. Eliges serlo desconociendo en qué mundo te metes y lo que te vas a encontrar. Es también fascinante y no hay nada parecido. Es el verdadero cambio para una mujer, un antes y un después. Nada vuelve a ser  lo mismo. Imposible el equilibrio entre la vida profesional y la familiar, como tampoco lo hay entre tu propia vida y la dedicación a los hijos. Se es madre hasta el final.

Yo he vivido las dos caras de la moneda, la de la madre que trabaja fuera y hasta necesita ayuda en casa -si no, imposible hacerlo- y ahora que he decidido dedicarme un tiempo a mis hijos. Me lo puedo permitir. Y muchas veces siento que trabajo mucho más que antes. Que la dedicación a los niños no tiene horario ni fines de semana, que si realmente quieres conocerlos, que te conozcan y ayudarles es necesario pasar muchas horas, tiempo, a veces mejor aprovechado. Otras menos. Pero estás ahí y eso cuenta. Echo de menos mi parcela profesional, normal cuando te gustalo que hacías. Y volveré.

 La polémica sobre Ann Romney y la analista democráta refleja la propia realidad. La de quienes sí pueden elegir  estar con sus hijos como la mujer del candidato republicano, -un empresario de éxito, por cierto-. Como todas las decisiones implica sus renuncias. Y la realidad de quienes, sencillamente, no pueden ni planteárselo  porque necesitan trabajar sí o sí, para sacar adelante a su familia. Son la mayoría. La tercera realidad es la perfecta,  quienes son capaces de hacer las dos cosas sin tener que renunciar demasiado…y logran hasta cierto equilibrio.(Que me den la receta)

Cuando llegué a Washington, mi amiga Patricia me dijo:»ser ama de casa aquí es un estatus».  Ahora lo entiendo.