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«Harry,  si tuviera que quedarme con una sola de sus lecciones, ¿cual sería?

Para mí sería la importancia de saber caer

Estoy completamente de acuerdo con usted. La vida es una larga caída, Marcos. Lo más importante es saber caer».

El diálogo de una novela  absolutamente  adictiva, «La verdad sobre el caso Harry Quebert», ilustra el sentimiento colectivo de la gran mayoría de los ciudadanos españoles después de la monumental decepción olímpica.  No es momento de flagelarse ni de hacer reflexiones autodestructivas, – para eso están los mediocres, acomplejados y envidiosos-, pero sí de hacer autocrítica. Más allá de la falaz clase política, tenemos un gran país que hubiera organizado unos maravillosos Juegos Olímpicos. El problema es que de puertas para fuera el combate, por mucho que duela, era desigual. En un rincón estaba la apuesta imaginativa y voluntarista de una nación acorralada por la corrupción, la crisis, el desempleo y el separatismo y en el otro un país perfeccionista y solvente económicamente a más no poder.

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Si la elección de una Olimpiada se basara en los méritos deportivos no habría duda. España es una superpotencia con iconos universales que no huelen ni japoneses, ni turcos. Pero no. Los miembros del COI,  esa banda de estómagos agradecidos , no votan sólo Deporte. Entre la incertidumbre ensoñadora y la solvencia aburrida se quedaron, por si acaso, con la segunda . Hacer lecturas conspirativas de la persecución a España no es más que una burda excusa de mal perdedor . Al fin  y al cabo, casi todos son los mismos que llegaron a situar a Madrid como la candidatura más votada por momentos en 2012 y 2016.

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¿Qué falló entonces? Pensar que todo se hizo bien y que fuimos víctimas de una maquiavélica persecución e injusticia sólo está en la mente de quienes jamás piensan en levantarse cuando están en la lona. Me resisto a pensar que los españoles , al menos la mayoría, van a tirar la toalla sin más. Falló, por ejemplo, pensar que el primero que pasaba por allí estaba preparado para ser la imagen de Madrid 2020.  Indigna la imagen de la alcaldesa que se encontró el cargo de rebote y no emociona el presidente del Comité Olímpico Español rehén de la estrategia errónea de vender austeridad en un mundo de opulencia y exceso.  Puede doler pero comparar el erial que rodea «la peineta»  con el majestuoso proyecto del estadio olímpico de Tokio debería servir de lección a más de uno.

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De poco sirvieron la impecable presentación del Príncipe Felipe, – ya tiene su particular noche del 23-F para dar impulso a la Corona-, y la emotiva intervención de un tipo tan grande como deportista y como persona. Fue Pau, -en nombre de los Nadal, Alonso, la ÑBA, la Roja, Ona Carbonell, Mireia Belmonte, las chicas del baloncesto, el waterpolo y el balonmano, los chavales de las motos, etc, etc, quien dijo al mundo que, pese a todo, este es un  país que sabe caer. Y se levantará. 

 

¡VAYA TROPA!

 

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Hay votantes que se pierden para volver y otros que se van para toda la vida. El gran problema del Partido Popular es la lluvia fina que amenaza con empapar y ahogar sus  expectativas electorales.  Conjugan los populares una pésima gestión de comunicación y una infame estrategia silenciosa en el “caso Bárcenas”.  Rajoy opta por mirar a otro lado y dejar que el escándalo  se pudra amparado por una incuestionable  mayoría parlamentaria. No cuenta el presidente con el papel de parte de la prensa y con la memoria colectiva de un electorado harto de tanto desmán y soberbia.

El “papelón” de Dolores de Cospedal en el caso Bárcenas parecía, a todas luces, insuperable hasta que perfeccionó el ridículo sobre sí misma.  Anunciar, a bombo y platillo, unos magníficos datos de desempleo que se reducen a ¡31 parados menos!  provoca un estupor que derivaría en risa floja o carcajada si no fuera porque la falta de trabajo es un drama para más de cinco millones y medio de españoles.

Zozobra el PP y busca su sitio un PSOE contaminado por el esperpento del caso de los falsos ERE y por la última de espías al más puro estilo del viejo “TB0”.  Está muy bien que la heredera de José Antonio Griñán se postule como el látigo de la corrupción pero su discurso suena hueco cuando no hace una sola alusión a la única trama de corrupción capaz de competir en gravedad con la Gürtel y los papeles de Bárcenas . Susana toma el mando el día que conocíamos que Lanzas “el conseguidor” colocaba” y enriquecía a los dueños de la finca donde montaba a caballo.  Toma el mando ajena a la pestilencia que emana de las cloacas de los ERE.